lunes, 10 de agosto de 2009

El Divino y El Infernal

En la época de las Artes y los Descubrimientos, el Pintor, Arquitecto, Ingeniero e Inventor, Leonardo del Piero Da Vinci, creaba una de sus más grandes obras pictóricas, "La Última Cena".

Leonardo, al no tener una idea de cómo recrear el rostro de Jesús y sus Apóstoles, tuvo que buscar entre la juventud de Virginia modelos de los cuales ocupar su rostro para reemplazarlos por el rostro de los Apóstoles. Encontró los rostros que necesitaba para casi todos sus entes que se encontraban en la pintura; excepto para dos: Jesús, el cual requería un rostro varonil, inverosímil ante circunstancias adversas, pero a la vez que su implante demostrara compasión, amor, entrega; y también faltaba el rostro del mismísimo Judas Iscariote, el cual debía representar en sus rasgos la desdeña, la traición, la maldad humana, lo vil que un ser podía llegar a ser.

Al fin, después de una ardua búsqueda, encontró al joven que poseía el rostro de Jesús que el Maestro da Vinci buscaba. Lo retrató, y el cuadro quedó inconcluso, sin el rostro de Judas, por varios años. Hasta el día en que le llegó la noticia de que un prisionero nuevo se encontraba en la Cárcel de Virginia. El preso había sido encarcelado bajo los cargos de estafa, traición, asesinato. El Maestro, al saber esto, se dirigió a la Cárcel en donde habló con el Carcelero para que este le "prestase" al prisionero para retratarlo. El Carcelero, al darse cuenta que el mismísimo Maestro da Vinci era quién le pedía tal favor, no demoró en aceptar.

Así, el preso, acompañado de dos guardias bien armados, se dirigió al taller del Maestro. Allí, da Vinci le pidió al preso que posara para él, a lo cual el reo aceptó con un ánimo poco usual y con una vitalidad bastante desgastada.

El Maestro al terminar por fin el cuadro, lo dio vuelta para mostrarlo al preso. Los ojos de este al ver la pintura recién fresca, se llenaron de lágrimas que no podía contener.El Maestro quedó perplejo al ver tal muestra de tristeza. Al instante, el preso se dirigía al Maestro diciendo:-Maestro... ¿Es que usted no se acuerda de mí?- Dijo en tono melancólico-No, nunca nos hemos cruzado en vida- Respondió el Maestro.

El preso, al escuchar esas palabras, rezongó y continuó llorando. Al cabo de unos instantes, en los cuales inspiraba un dolor y una tristeza dignas de un condenado al Infierno, dijo:-Yo soy el joven que hace 19 años posó para usted para el rostro de Jesús- dijo el condenado. Dicho esto, bajo la cabeza mientras cerraba los ojos y continuó en su agonía.

Cuento Ganador 1º Lugar Concurso de Cuentos CAIN 2009



Pedro Pablo Lorca

No hay comentarios:

Publicar un comentario